viernes, 1 de febrero de 2008

Antes del cero.

¿Acaso eres un soñador?
¿Qué no te das cuenta que en los pasos que das, tambaleas?
Que en los cientos de caminos recorridos escogiste el más difícil. El camino de pensar que decidiste tú.

La incredulidad en tu rostro al escuchar esto me complace. Veo al menos que no eres ajeno a lo que escuchas...

El concepto de decisión es una burla inventada por el universo, una manera de hacernos sentir en control. Como un roedor esta en control de su madriguera; como una lagartija esta al mando de su pecera. Tan en control como pudiera estar una hormiga de los caudales de los océanos, estamos nosotros en control con los designios del universo; de los designios del tiempo y el espacio.

El lugar en el que te encuentras postrado en este momento fue diseñado hace millones de años; cuando la energía era tanta en el interior de El Comienzo, que no le quedó mas remedio que explotar y derramarse hasta donde pudiera alcanzar. Pero El Comienzo nunca sería tan holgazán como para hacerlo fortuitamente; un grano de tiempo antes de dejarse derramar a los confines de la materia hizo su creación mas hermosa a la fecha. El Diseño Imperfecto le llamó, mientras no se podía contener más.

Ahí es donde entras tú. Tú entraste a escena en el momento en el que El Diseño Imperfecto te alcanzó, en el momento en el que el universo creado después del 'derrame inicial' necesitó una fuente de energía más para balancearlo todo, y que el diseño se pudiera seguir dando.

El no estar en control no implica ser prescindible. Eres el clavo que mantiene el casco del buque lo suficientemente hermético para poder seguir el viaje.

No sabemos que destino tiene esta travesía, ja... ni siquiera sabemos cual es el siguiente puerto en el que atracaremos. De lo único que podemos estar seguros es que este hermoso viaje imperfecto se trazó ya hace millones de años... un grano de tiempo antes del cero.

jueves, 31 de enero de 2008

Capítulo I: Huellas sobre el papel

Al hojear por las páginas del libro, lo único que viene a mi mente es mi impresión sobre él. Y no hablo de las juiciosas aseveraciones que puedan aparecer en mi mente tratando de alinear las palabras leídas con las convicciones que después de 28 años de vida hicieron que tuviera yo algún esbozo de personalidad. Hablo de MI impresión sobre él; de las marcas que yo voy dejando en las páginas de un libro.

Hay varias maneras de diseccionar mentalmente a una persona. Muy sabiamente puedes decir: "Enséñame los playlists de tu iPod, y te diré quién eres". Pero la realidad es que eso solo te va a hablar de los estragos que una vida de experiencia han dejado sobre una persona. Te hablará de la época a la que se aferra en lo más recóndito de su colección de canciones, y solo talvez de los guilty pleasures que alguna vez marcaron su vida; te dará solo una leve mirada en su memoria auditiva. Yo parafrasearía... "Enséñame los playlist de tu iPod y te diré de que haz sufrido. Pero... enséñame tu colección de libros, y te contaré una historia de dónde has estado...".

Y no solo eso; podré ver en esos mismos libros, las señales que tu vida han dejado en algo tan literalmente (sic.) estático como derrames de tinta en un papel de mediana calidad.



Esta atardeciendo, pero me aferro a las últimas emanaciones de luz detrás de una capa densa de nubes para terminar cuantas páginas pueda del libro en turno. El mediano volumen de la música que sale de los audífonos que tengo tan bien afianzados a mis oídos me permiten aún percibir el sonido del oleaje al pegar en la costa, pero tiene la suficiente intensidad para diluir lo que parece una conversación mundana entre dos mujeres que se sientan 2 camastros a mi izquierda. En mi interior, cada vez que volteo siento que imagino su conversación, pero me causaría un enojo grande que sus vociferaciones llegaran a mis oídos. Romperían mi concentración en la historia en la que tanto me estoy entusiasmando; y también creo que seguramente será una decepción, al escuchar como sus estóicas expresiones hablan de como se sienten inseguras al sentirse gordas en sus trajes de baño, en lugar de la drámatica narrativa de infidelidades y decepciones que hilo en mi mente al verlas. Ellas, al parecer se sienten seguras y sumergidas en sus preocupaciones; y en que, gracias a mis audífonos no escucho nada. Continuan su "importante" conversación sin inmutarse.

Las dispersas gotas que empiezan a precipitarse sobre mi no hacen meya de mi interés por las páginas de las que mi vista no se aparta. Volteo levemente mi cabeza hacia arriba, y veo que no sólo soy yo el que hace caso omiso al conato de lluvia; la vida sigue moviendose como de costumbre.

Un par de gotas tocan justo en la palabra que estoy leyendo y rompen mi concentración. Salgo del trance en que me encuentro y me doy cuenta que he dejado (dos párrafos abajo) parte de mi huella digital en color rojo. Muestra de los cacahuates enchilados que estaba comiendo. Cualquier investigador forense con 2 dedos de frente podría rescatar esa huella y encontrarme... a la larga.

Note to self
: "No dejar éste, o ningún otro libro que este leyendo en ninguna escena del crimen". Mi concentración ya se perdió por completo.



Prendo un cigarro, le doy un sorbo al trago que tengo en la mesita convenientemente localizada junto a mi camastro. A cada gota de lluvia (cada vez menos dispersa) que va cayendo sobre mi frente voy perdiendo las esperanzas de poder retomar mi libro. En cambio, no puedo dejar de ver los patrones que las mismas hacen sobre el par de páginas que me encaran. Continúo con mi mirada persistente sobre mi huella en la pagina.

Al dar un par de vueltas sobre las últimas páginas me doy cuenta que el acto no es fortuito. Comí cacahuates de la página 54 a la 72. Empezó a llover levemente en la página 69, y fue hasta la página 72 cuando el volumen pluvial arreció lo suficiente como para que perdiera mi concentración.

Yendo un poco más atrás, encontre arena de la página 27 a la 48; y no solo eso, una mancha extraña en la pagina 39 me hizo acercarme más. Despúes de una olfateada me di cuenta que el Bloqueador de Sol en spray que compré un dia antes alcanzó a tocar esa hoja en particular. Asombrado me doy cuenta, que no solo la historia que el autor decidó plasmar va quedando en mi... Mi historia esta quedando también plasmada en éste ejemplar.

Note to self: "Disponer (, de preferencia quemar hasta ver consumido a las cenizas) de cada libro, cada revista, cada mapa, o folleto idiota de hotel que toque en cada uno de mis llamados... Especialmente si estoy comiendo cacahuates enchilados...".

Me gusta decirles: "llamados". Me hace sentir que lo que estoy haciendo no es una profesión. Que es tán solo un trabajillo en lo que encuentro lo que en realidad es mi verdadera profesión en la vida.

Pero... seamos sinceros... asesinar a un hijo de vecino en sus vacaciones haciéndolo parecer un accidente paga mucho más que ser un intento de músico tratando de encontrar fama y fortuna.

miércoles, 30 de enero de 2008

Capítulo II: Especial

[Luz brillante tornándose a completa oscuridad]

[Murmuros]

- (voz femenina) Estamos listos… Silencio…


Siempre quise que en mi vida pasara algo especial… algo diferente. Algo que me marcara por siempre y me distinguiera como una persona fuera de lo ordinario. Algo que me sacara de la multitud de personas que pasa por las banquetas de ésta y todas las ciudades…

- (voz amplificada masculina) Silencio por favor… ya vamos a comenzar….
Cinco, cuatro, tres…..

Nunca pensé que el dejar de ser ordinario me iba a tener escondiéndome todos los días. Nunca pensé que el ser ‘uno en un millón’ me iba a hacer perder lentamente lo que aprecio….

- Buenas noches a nuestro auditorio… nos encontramos con el Sr…??
- Humberto de la Garza….


… nunca pensé que el ser especial me costaría la vida.

[Murmullos indistintos de cientos de gentes se van empalmando hasta hacer ruido blanco, la luz de los reflectores nos vuelve a cegar]

Para Humberto, todo comenzó hace casi 30 años.

[Verano del 78, Bosque de la cierra de Arteaga]

El verano es indiferente cuando estás a 3 mil metros sobre el nivel del mar; las camisetas y sandalias, se transforman en sudaderas y zapatos de hiking. Lo tupido de los encinos milenarios que cubren casi por completo la intensidad que pudiera tener el calor del sol, hacen ordinario el supuesto “día mas cálido del año”. La humedad creada por los matorrales situados en los espacios que los pinos cedieron al terreno, hacen adentrarse en el bosque como entrar a un inmenso refrigerador creado por la naturaleza, donde estás completamente aislado de los designios de la órbita terrestre.

Era común en ese entonces para la familia De la Garza, vacacionar durante 3 semanas en la sierra. Como refugio de los bosques tenían una cabaña construida por el abuelo de Humberto; en unos terrenos que, según la (fantástica) historia oficial, ganó en una mano de poker.

Los juegos de competencia y estrategia mental (no necesariamente los de azar), en especial los juegos de cartas, eran los favoritos del Abuelo Vicente. Claro que; de haber dinero, propiedades, o cualquier otro botín sobre la mesa, el juego se hacía infinitamente más interesante. Durante todas las primeras dos décadas del siglo pasado la destreza en el juego de Vicente era legendaria en todo el Noreste del país.

Ese verano, el recuerdo del abuelo aún estaba fresco en la memoria de Humberto. Hacía apenas hace 2 años que había fallecido debido a lo que no se pudo declarar otra cosa que: causas naturales. Si los doctores supieran lo que yo se ahora, tal vez hubieran tenido que utilizar un término un poco menos común que ese. Humberto, a su escasa edad parecía complacido con el término utilizado, pero más aún se sentía aliviado. Ya tenía más de año y medio en que la antes esporádica demencia senil de su abuelo se había tornado en un estado constante de angustia para toda la familia.

El comportamiento errático comenzó sin lugar a dudas cuando Don Vicente dejó todas sus posesiones de la ciudad, para irse a vivir al bosque. El único argumento que dio, fue que el ruido de tanta gente lo estaba volviendo loco. Y no fue un comentario equivocado del todo. Pasó poco tiempo para que Colibrí, como su abuelo cariñosamente lo llamaba se diera cuenta de los lapsos de su abuelo. Un día entrando silenciosamente a la habitación principal lo encontró sentado en la cama, viendo perdidamente hacia la ventana, susurrando con suplicas pidiendo al bosque que guardara silencio; al percatarse que su nieto estaba petrificado viéndolo, Don Vicente no hizo mas que sonreír. Fue poco tiempo después de eso, que la insistencia del abuelo en enseñar a Colibrí a jugar a las cartas tomó fuerza.

Durante los próximos 2 veranos lo único que hacían abuelo y nieto; era salir a caminar por el bosque y jugar a las cartas. En las largas y pausadas caminatas Don Vicente daba cátedras enteras de naturaleza, entrelazadas con cuentos de seres fantásticos y sobrenaturales; hadas, duendes, unicornios y gnomos. En los juegos de cartas el aire se tornaba mas tensionante y serio, mientras instruía disciplinadamente al aprendiz de todas las técnicas para armar una buena mano de poker. Después de varias sesiones de juego se llegó a la parte más importante del adoctrinamiento:

- Colibrí, te voy a enseñar como leer al adversario.

La mente de Humberto de 8 años, no entendía muy bien la analogía, pero seguía atento a las lecciones…

- Bien abuelo! Que es lo importante? Que es lo que debo saber?
- La técnica es simple, y tú tienes todo para poder lograrlo perfectamente. Naciste listo Humberto.

Rara vez le llamaba así…. Y siguió comentando el abuelo:


- Debes respirar profunda y pausadamente… ¿Me sigues?.. Bueno. Debes escuchar tan concentradamente la respiración dentro de tu pecho, que todos los ruidos del exterior se cancelen, te habrás quedado en soledad con tus sonidos internos. Con tu respiración, con los latidos de tu corazón, con las oleadas del pulso corriendo por tu cuerpo.

Humberto ya se encontraba con los ojos cerrados y concentrado, no sabía bien que debía hacer, pero el tono autoritario en el que se fue transformando la voz de su abuelo lo hacía saber que esto en verdad era importante. La lección seguía:

- Bien, bien… Justo así Colibrí. Ahora bien… debes ir más allá de los sonidos internos. Hacer todo eso parte del ruido y encontrar las palabras que se esconden más allá. No abras los ojos.

Colibrí se concentró con fuerza… siguió claro las instrucciones…


- Creo que puedo escucharlo abuelo… distingo la canción.

Humberto detrás del silencio, solamente escuchó a su abuelo tarareando una vieja canción. Después de un rato, abrió los ojos para encontrarse sorprendido de ver a su abuelo tirado en el piso.

Yacía frío e inmóvil…

Tan concentrado había estado el niño en los últimos minutos, que ni siquiera escuchó el sonido de la silla tambaleándose de lado hasta el piso, y llevando a Don Vicente junto con ella.


El tarareo se desvaneció en un eco que se quedó flotando en el aire por unos segundos, para luego ser ahogado por el grito de Humberto pidiendo ayuda. Todo esto, en sincronía con el último aliento del anciano.



"Me gusta cantarle al viento
porque vuelan mis cantares
y digo lo que yo siento
en toditos los lugares."

martes, 29 de enero de 2008

Capítulo III: El llamado

Con cada nota musical que toca las terminales nerviosas correctas se desata el inicio de las sinapsis. Puedo empezar a saborear en cámara ultra lenta como se va encendiendo mi cerebro; primero filtrando y sólo dejando entrar los sonidos agradables a mi estado de letargo, para luego irse sobrepasando el filtro al desbordarse cada una de las texturas no-tan-agradables hacia mi conciencia.

Es una guerra que en tiempo real toma tan solo un par de segundos; pero en mi proceso de reaminación se siente como una eternidad. Es gracioso como el despertar de un profundo sueño parece un proceso tan in-natural. Algo tan aberrante a nuestro cuerpo que inclusive nuestro cerebro se niega a aceptarlo hasta que es inevitable. Hasta que se hilan suficientes pensamientos para recobrar la autoconciencia y lograr consolarnos a nosotros mismos diciendo en un tono casi sin excepción, de derrota: "Estoy despierto...".

Imagino que el proceso de nacer es un sentimiento aún mas in-natural que el de desperar, y agradezco no tener memoria alguna de esos momentos; ya que seguramente perdería aún mas tiempo de mis días pensando en volver al vientre materno, que lo que hago en quejarme por no estar dormido... Afortunadamente en las situaciones correctas el decir "¿Para qué nací?" suena más como un pensamiento filosófico, en lugar de la queja que en realidad es.

Note to self: “Tengo que dejar de ser tan emo… tal vez comprar un libro de auto-ayuda… strike that… un audio-libro de auto-ayuda”. Mis parpados ya se encuentran abiertos.

Distingo, al pasar esta eternidad creada por mi sola percepción, un abanico de techo girando encima de mi. Las cortinas están aun cerradas y solo dejan pasar un par de semi-rectángulos de luz que me hacen detectar en donde se encuentran las ventanas. Unos segundos más me hacen recuperar parcialmente mi conciencia táctil; la sensación de mis manos sobre las sábanas y de mi cabeza sobre la exageradamente firme almohada me ayudan a confirmar:

- Me encuentro lejos. En una cama de fin de semana, ajena a lo que me gusta aferrarme como hogar.- Pienso en mi interior.

El ritual diario de despertarme con la canción que decida el algoritmo del shuffle, me hace regresar a la rutina y sé que me tengo que levantar. Tengo todo un día enfermamente-planeado frente a mi. Al fin logro hacer reaccionar mis piernas y brazos.

Las anotaciones que eternamente dejo a mí mismo escritas sobre el stationary del hotel en curso; y colocadas en el buró del espejo me dan las claras instrucciones de como será el día que me espera en esta ocasión. Intrucciones y la lista de herramientas necesarias para completar el llamado.

Conciente de lo importantes que son los rituales para la profesión, sé que todo lo que necesito en el día se encuentra en mi mochila junto a la puerta del cuarto. Y que solamente son un checklist para no olvidar nada. Me concentró solamente en la única instrucción en el papel:

"Ir a la clase de buceo

7.30am

Muelle de Ponce"



[ Exterior / En los bajos de palacio municipal / Domingo / 43 días antes del día de la clase de buceo]

La música regional, y la folklórica multitud de gente me hacen disfrutar de los 39°C que hacen mi cuerpo perspirar estratégicamente. La ropa ligera y los lentes oscuros ayudan a aminorar las descargas solares, pero aún me siento fuera de lugar.

Las ropas que me cubren y la cámara con lente de zoom extrañamente largo me hacen visiblemente mezclarme en la multitud de turistas ocasionales que pasan por la ciudad y aprovechan para captar el ritual dominical.

Los ciudadanos de la tercera edad prosiguen en sus costumbres como cada octavo día de su existencia. Se mantienen inmóviles en las sillas de jardín que ellos mismos llevan, hasta que empiezan las notas de polka-cumbia usualmente en escala de Do-séptima. Esperan hasta reunir el suficientemente valor y levantarse a invitar a bailar a las contrapartes femeninas sentadas del otro lado de la pista de baile. No termina aún la primera canción del día cuando ya hay por lo menos 3 docenas de parejas bailando al compás de la música.

Note to self: “Debería de tomar lecciones de baile…”. Tal vez serían útiles para algun otro trabajo que tenga que cumplir.

Perdido (para variar) entre la multitud de gente, tomo fotos de cuanto frame artístico pase por mis ojos. Teniendo cuidado de encuadrar, en cuanta imagen pueda, el inmenso pizarrón de anuncios que se postra justo en medio de la pista de baile. Ese pizarrón que obliga al ritual dancístico a convertirse en una elipse de humanos casi pagánamente girando en torno a un tablón café colmado casi en su totalidad de noticias aburridas. CASI en su totalidad... una parte importante debe de resaltar y mostrarme el mensaje de mi siguiente llamado.

Busco con el lente en cada recóndito lugar del tablón. Esta vez encuentro una foto "estilo pasaporte" en blanco y negro, adjunta al pizarrón de corcho con una tachuela junto con un folleto de viaje de algún paradisiaco lugar. Un giro más a los arillos del lente me ayudan a distinguir impreso en letras grandes y amarillas: "Ponce...Puerto Rico". En la parte inferior del folleto, y escritos en pluma encuentro el código acordado: "RHRdG681228".

Sigo presionando eufóricamente el gatillo de la cámara, pensando en mi interior:

- "Wow! El cliente tuvo los huevos para culminar el llamado!!!". - Tan solo 2 de cada 17 posibles contratantes llegan a tener el valor para publicar a la presa.

Ahora, con un semblante visiblemente arrogante y con una voz lo suficientemente tenue para que se pierda entre las cambiantes notas del sonido del bajo: "Este fulano no alcanzará a ver su cumpleaños número 40...".